La enfermedad de los acueductos, su solución; la esperanza de un pueblo

Las dos últimas décadas le han enseñado a los venezolanos, a través del método del martirio, la importancia de tener un gobierno cuyas políticas lleven al ciudadano por la ruta del bienestar y encaminado hacia el progreso.

Los más altos personeros de este suplicio han dedicado en forma ordenada y socarrona todo el esfuerzo necesario para convencer al ciudadano que los sistemas de abastecimiento de agua tienen una nueva forma de funcionar, diseñada por ellos y que está centrada en la movilización o empoderamiento del ciudadano, de manera que este se sienta atendido y parte de la solución.

Así ves que le regalan tubos, entregan tanques, les envían cisternas cuando chillan, les dirigen el agua cuando cierran las calles, participan con entusiasmo en las mesas de agua -laboratorio para el mareo y ofrecimiento de cuadres- pero mañana, al día siguiente, otra vez, va a sentir que no sirvió para nada esa solución revolucionaria; rápidamente te das cuenta que sigues siendo solo un vecino de segunda sin derecho al agua con posibilidad de protestar un par de veces, porque a la tercera te dan duro para que entiendas que estas fastidioso y el socialismo se respeta. Y como castigo no se reúnen más contigo.

Esa cacareada inclusión ciudadana funciona cuando todas las cadenas productivas del servicio están a la orden del ciudadano verdaderamente, y él es parte del procedimiento y no por supuesto la solución porque solo es, tenemos que entenderlo, un eslabón de la cadena, esa que comienza en el demandante y termina en el alto gobierno.

Ilustrar el asunto es fácil con ejemplos o vivencias. Una manera de entenderlo es recordándole al venezolano que a lo largo y ancho del territorio nacional se desarrollaron sistemas de abastecimiento de agua potable capaces de entregar a la población unos 140.000 litros/seg, lo que representaba para cada ciudadano unos trescientos /litros/día de agua a través de las tuberías, logro solo alcanzado por países desarrollados y que representa el primer escalón a subir para abandonar la pobreza.

Esa cantidad de agua circulando por las redes de los acueductos bajo los suelos o calles orientales, zulianos, centrales, llaneros, insulares, andinos, caraqueños o guayaneses generaban tantos beneficios que el ciudadano amanecía con un paso adelante cada día, no como hoy que tras oír todos esos cuentos interminables,   amanece, abre la llave y agarra tremenda arrechera producto del fallido servicio,  que comienza por complicarle el aseo personal, cepillarse los dientes o prepararse la comida.

Sentirse marginado y ciudadano de segunda a pesar del épico –sinónimo de   heroico- esfuerzo socialista que al final no le sirve para nada al ciudadano y sí mucho al enchufado, le debe recordar al patriota cuando la primera prioridad, el mayor porcentaje de los presupuestos nacionales, regionales o municipales iba dirigido a los más necesitados y que ahora son irremediablemente marginales porque los reales están en represas incompletas, tuberías vacías, equipos de bombeo inservibles, plantas que no tratan el agua y sistemas de medición que no miden, y que su agua está en los bolsillos de algún enchufado parlanchín de zapatos caros, carros cuatro por cuatro y cuentas silicónicas.

Midiendo por resultados, ahora, después de dos décadas de cuentos, pajas, motores, rutas de empanadas, PDVSA  gloriosa, CORPOELEC iluminada, gallineros verticales, mesas de agua y más, más y más cuentos no tenemos ni la mitad del agua que orgullosamente entregábamos a finales del siglo pasado. Es que no hay que olvidar esto porque eso nos mantiene conscientes de lo que los venezolanos somos capaces de hacer.

Por eso es que la enfermedad de los acueductos a veces no la entendemos, porque había la creencia que eso dependía solo de las maquinas, pero resulta que haciendo un símil, es  uno de los carros- no motores porque un motor solo no sirve para nada, es una pieza inerte que si no es parte de un todo para nada sirve- que hay que diseñar, conducir, limpiar, mantener, evaluar constantemente, optimizar y además, hacerlo tan eficazmente que los costos de su operación y mantenimiento sean sustentables y al alcance de todos. Ese carro y muchos otros funcionando al unísono, en tándem, cubriendo todos los flancos, hacen la patria.

El elemento humano fundamental que se formó con grandes esfuerzos políticos, académicos y laborales era el combustible indispensable para que el «carro», es decir la estructura física, en este caso formado por cientos de embalses, diques, gigantescas plantas de tratamiento, centenares de estaciones de bombeo, millones de metros de tuberías, miles de medidores, interminables sistemas de almacenamiento y demás infraestructuras funcionara, así los recursos fueran limitados.

Por eso el fracaso de este gobierno y sus procederes no tienen parangón porque los recursos fueron utilizados para aniquilar la capacidad del ciudadano, para hacerlo cómplice, para convencerlo que la anterior forma de hacer las cosas era mala, pero….., el fiasco los ha dejado al desnudo con un 85% de la población preguntándose ¿cómo hicieron estos personajes que tenían los reales, el poder y los recursos naturales para dejarnos sin agua?

El Plan País contiene en su corazón dos elementos fundamentales para cambiar nuestro país: un genuino esfuerzo en captura, formación y oportunidad sustentable para el participante y hacedor de país que necesitamos y; múltiples antídotos contra el enemigo número uno que es la corrupción, enfermedad con secuelas que se combate con voluntad política, numerosas estrategias de selección, seguimiento, participación, evaluación de resultados, contraloría constante y por supuesto con las fórmulas que los gobiernos democráticos pueden implantar porque son parte de la genética democrática. Todo esto con el concurso de nacionales y extranjeros que tengan en el centro de su pecho un motivo supremo: convertir a Venezuela en la tierra de sus nietos, en la tierra de oportunidades para el trabajador honesto, para el que lucha y llega.

Es cuestión de prepararnos para un reto que tiene ribetes legendarios por el daño hecho, por la «draculérica» transformación de la sociedad venezolana.

Las empresas de agua o hidrológicas son parte fundamental de un país como Venezuela que tiene un largo camino por delante, camino que llega hasta el progreso, condición que haría nuevamente atractiva a nuestra patria, marchitada por unos pocos y extrañada por seis millones.

-Ing. Norberto Bausson

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